RETROSPECTIVA I
Ya estoy en Madrid. Llegué ayer martes, y aun intento adaptarme de nuevo a España y al horario, etc. En los últimos días no pude escribir, pero no quiero dejar el trabajo a medias, así que, aunque sea en plan retrospectivo, y ya que fui tomando algunas notas en mi pequeña libreta, trataré de resumir lo ocurrido y vivido en mis últimos días del viaje, ya en EEUU. Creo que hubo cosas divertidas e interesantes que me gustaría comentar. Así que ahí las dejo, aunque sea como un recuerdo para mí, ya que luego muchas cosas se olvidan… la edad, jeje. Desgloso por días lo ocurrido desde el jueves (mi último post acababa el miércoles).
JUEVES 16 DE MARZO DE 2006
Viaje desértico.
Antes de nada, y ya que he aprendido por fin a compartir archivos de mp3 online, para la banda sonora de este post, os recomiendo bajaros (o darle al play) esta canción:
http://www.4shared.com/account/file.jsp?id=1048153&sId=zHLVyEYcCi
Es un tema del último disco de David Gilmour, que me compré en San Diego el día anterior y que me acompañó en el viaje a Las Vegas, y luego explicaré por qué. Está bien como acompañamiento a la lectura de este post. Lo haré también con otros temas en los siguientes.
Vuelvo al jueves:
Es esa misma mañana cuando decidí que me iba a Las Vegas. Michael me recomendó viajar a San Francisco, pero el viaje era muy largo y allí no tenía muy claro dónde quedarme, teniendo en cuenta la hora a la que llegaría, por la noche. Lo de Los Ángeles era complicado también. Una ciudad muy grande con un servicio de transporte horrible, según Michael, y yo sin coche. La mejor opción era sin duda Las Vegas, donde todo está cerca (relativamente) y se puede caminar, pasear, y poder ver todo lo interesante de la ciudad en un día.
Pasé la mañana en la zona de negocios de San Diego, junto a la estación el Greyhound, la compañía de autobuses. Desayuné en un Wendy’s. Hamburguesas cutres y pequeñas por un precio desorbitado teniendo en cuenta la pésima calidad. Me chocó el número elevado de vagabundos y homeless que frecuentan esta zona de la ciudad. Haciendo tiempo hasta mi autobús a Las Vegas aproveché para dar un paseo por la zona del puerto (cercana) y pude ver el famoso portaaviones Midway, ahora reconvertido en museo y anclado en la bahía de San Diego como un tributo a los marinos estadounidenses que han luchado en todas las guerras, sobre todo en la Segunda Guerra Mundial.
A las 12 comenzó el viaje. Un estupendo viaje a través del sur de California hasta el estado de Nevada. Desde ese momento me acompañó David Gilmour, con ese nuevo disco, On An Island, que acaba de editar y sonaba en mis auriculares. No es un gran disco, pero no está mal. La verdad es que se parece más a Crosby, Stills & Nash (por cierto, los dos últimos han colaborado en este disco con Gilmour) que a Pink Floyd. También tiene algo de Neil Young, y me recuerda mucho este On an Island a Chris Rea. Aunque por supuesto también suenan la eterna guitarra planeadora de David sobre pasajes etéreos y ensoñadores, muy en el estilo de los últimos Pink Floyd del Division Bell del 94. El caso es que On an Island me hizo buena compañía. Viajaba solo, como en una isla, pero me encontraba bien. Y las notas de Gilmour eran perfectas para el paisaje que comenzaba a atravesar en el autobús. Primero, tras una zona de ciudades algo feas que rodean San Diego, atravesamos las montañas de San Bernardino. Es ahí donde empezaba el viaje de verdad. Una cordillera preciosa por la que el autobús renqueaba lentamente dejando ver unos estupendos paisajes. Pero el verdadero paisaje maravilloso estaba por llegar. Tras las montañas apareció el desierto, el majestuoso Mojave, con sus extensas tierras áridas y sus pequeños y representativos arbustos. También colinas que se perdían en el horizonte. El Mojave es un extenso desierto que se extiende por casi todo el sureste del Estado de California y también en partes de Nevada. Podéis encontrar información en www.mojavedesert.net. Aquí también se encuentran los Parques Nacionales de Joshua Tree (si, el del disco de lo U2) y el infernal (en verano) Death Valley.
Así que entre guitarreos flotadores gilmourianos y una vez más mecido por la voz dulce de Kate Bush (qué casualidad, que Gilmour fue precisamente uno de los que ayudó a Kate a salir adelante) atravesé el desierto de Mojave. Me llamó mucho la atención la localidad de Barstow, en medio de tan árido paisaje. El autobús hizo una parada allí, junto a las vías del tren. Parece que esta localidad californiana nace alrededor del paso de esta importante comunicación férrea, usada sobre todo por larguísimos trenes de mercancías. De hecho, el lugar donde paró el autobús y donde pudimos comer (yo una empanada de pollo) está construido a semejanza de vagones de tren. Y me pregunté qué se puede hacer en Barstow… cómo vive la gente de esta localidad, lejos de todo, en medio del desierto, aunque no faltan, claro, los Mc Donalds de turno. Y es que desde Barstow hasta Las Vegas no hay ningún núcleo de población importante, salvo la localidad de Baker. Y estamos hablando de un viaje de dos horas y media desde Barstow a Las Vegas, atravesando los paisajes áridos del Mojave. En realidad es alucinante.
En la frontera entre los estados de California y Nevada hay un aperitivo de lo que se puede ver en Las Vegas. Minutos después de asistir a una preciosa puesta de sol en el desierto y de escrutar las miles de estrellas que brillaban sobre nuestras cabezas, apareció ante mí el primer super hotel casino, el Prim, y acto seguido, Buffalo Bill, primero de los casino-hoteles temáticos que se encuentran en la carretera camino de la ciudad del juego. Claro, este dedicado a Buffalo Bill, los indios… Esto está a 35 millas de Las Vegas. Y transcurridas estas millas, mi boca comenzó a abrirse cada vez más, poco a poco, a medida que Las Vegas se iba manifestando ante mis ojos, de noche, con sus millones de luces y maravillas. La interestatal 15, que es la carretera que recorríamos desde que salimos de San Diego, atraviesa Las Vegas de sur a Norte, justo paralela a The Strip (Las Vegas Boulevard), la calle central de la ciudad donde se asientan todos los famosos casinos y hoteles. Por la interestatal vas dejando a la derecha The Strip y la primera vez que lo ves es impresionante. El Luxor, con una réplica de una pirámide gigantesca, pero acabada en cristal de color azul oscuro. New York, New York, esa réplica de la ciudad del mismo nombre con su torre Chrysler y su Empire State Building, que ocupan un espacio no inferior a toda la Puerta del Sol. El Caesar’s Palace, el Belaggio… Hoteles lujosos, impresionantes, gigantes, con miles de habitaciones y llenos de vida las 24 horas del día.
Aún no superado del shock inicial, caminé unos 25 minutos desde la parada del autobús (en el Downtown, al norte de la Strip) hasta mi hotel, uno de los más baratos que encontré (aún así no salía muy barato, ya que lo organicé todo esa misma mañana y no tuve tiempo de encontrar ofertas, que las hay, y muchas) y que no tenía casino. Eso sí, estaba rodeado de decenas de Wedding Chappels, capillas donde uno se puede casar disfrazado de Elvis o Marilyn. Era el comienzo del Downtown, justo al final de la Strip. Es la zona de las Wedding Chappels y los locales de Striptease. Aunque no es la única. Muy cansado, decidí cenar e irme a la cama sin adentrarme en la ciudad. Ya tendría tiempo todo el viernes.
VIERNES 17 DE MARZO DE 2006
24 hours open. The city that never sleeps. What happens in Vegas, stays in Vegas.
Para que os hagáis una idea de cómo es Las Vegas y el recorrido que realicé el viernes, os recomiendo seguirlo en esta web:
http://www.vegas.com/map.html
Además, como acompañamiento a este post, os recomiendo la descarga de este tema:
http://www.4shared.com/file/1046535/f8a828
y que lo escuchéis a la vez que leéis. Es “Feels like the first time”, de FOREIGNER, y también explicaré por qué en su momento.
Considero que una de las mejores maneras de conocer un país es ver su televisión. Y en este caso, EEUU es el mejor ejemplo. Como ocurre en casi todo el mundo, la televisión estadounidense está llena de programas basura, pero es que en esto son los mejores. Su televisión está plagada de realitys absurdos, pero es que son tan malos y extravagantes que superan a cualquier intento de Gran Hermano español o granjas de los famosos estúpidos. Eso sí, en la televisión basura estadounidense hay categoría. Y mi programa favorito de EEUU es: “Gene Simmons School of Rock”. En mi habitación de hotel de Las Vegas, el viernes, antes de salir a conocer la ciudad, me metí una sobredosis de cuatro programas seguidos en la VH1. Este canal musical que muchos en España tienen la suerte de ver gracias al cable o al satélite. Tiene cosas muy buenas, programas sobre música, recupera clips de los 80… aunque creo que la programación del canal en EEUU es diferente. El caso es que la escuela de rock de Gene Simmons es toda una experiencia. Gene, el bajista de larga lengua y aún más extenso historial sexual del grupo Kiss (también actor mediocre), tiene que montar una banda de rock de pre adolescetne reclutando a sus integrantes nada menos que de una escuela británica a la antigua usanza, tradicionalista y conservadora. Por supuesto, al arrogante Gene alardea de sus conquistas sexuales y de su actitud roquera y contestataria. Dice que no importa tanto la calidad musical o vocal, que lo importante es la actitud roquera, llena de energía, en el escenario. Vaya valores que enseña a los chiquillos, de entre 12 y 14 años, más o menos. El cantante que escoge es un pobre niño estúpido que no tiene ni idea de cantar, pero que es lo suficientemente imbécil y loco como para liderar una banda de rock mediocre. Este reality show me encanta. ¿Os imagináis en España al gilipollas de Txus de Mago de Oz haciendo de Gene Simmons en una escuela privada religiosa y hablando del puro metal y del estilo de vida del rock? ¿No sería divertidísimo y asqueroso a la vez?
Bueno, una divagación más sobre la tele en EEUU. Después de ese programa pude ver unas promociones de otro, aún más patético. Un reality inspirado en The Osbournes (si, el de Ozzy Osbourne) pero con el antaño estrella de la lucha libre de pega estadounidense Hulk Hogan (también patético actor). En este programa las cámaras se meten en la vida de Hule, con su mujer de plástico, su hija adolescente y su hijo, que parece el único cuerdo de la familia. Lo dicho: patético, pero patético con mayúsculas, que estamos en EEUU.
Tras esta dosis de “realidad”, me enfrenté a Las Vegas. Caminar por The Strip es divertido, entretenido y te llevas una sorpresa a cada paso. Eso sí, es una larga calle llena de acontecimientos, tiendas, casinos y hoteles y me tiré horas para recorrerla. Pero merecía la pena. El primer hotel casino alucinante que te encuentras si recorres de norte a sur The Strip es Stratosphere, con su gigantesca torre sobre la cual, a decenas de metros de altura, puedes subirte en una atracción en plan tiovivo pero que te deja suspendido en el aire y con ganas de no haber comido antes. Supongo, ya que no lo comprobé. Lo que se lleva en Las Vegas son los hoteles-casino temáticos: el Aladdin, el Sahara (claro, representando el desierto, las palmeras de un oasis…), el Circus Circus (no hace falta explicar de qué va, ¿verdad?), el Paris (réplica en pequeño, bueno, en gigante, de la capital francesa, con su Torre Eiffel de unos 20 metros de altura), el ya citado New York New York, el Excalibur, el MGM Grand, el Belaggio, el Mirage (si, los tres que roban Clooney, Pitt y los suyos en la mediocre Ocean’s Eleven)…
Y lo casinos que hay dentro de los hoteles, y los casinos que no son hoteles… centenares, miles de personas, jugando al poker, al black jack, a juegos que no tengo ni idea de qué van. Ya que estaba allí quise jugar, pero incluso las máquinas más normalitas parecían un mundo por descubrir para mí. Así que me ahorré el dinero. No gané nada, pero tampoco lo perdí.
Me sorprendió mucho el Carnival Bar, junto al casino de la fiesta Harrash. La atracción en el Carnival son los camareros, que sirven cócteles como Tom Cruise en aquella horrible película pero lo hacen de verdad. Malabares, diversión y cócteles de todo tipo que hacen las delicias del público… ¡que ya a las 12 de la mañana hacía cola para entrar! Y lo más extraño de todo. A esa hora ya había música en directo, un grupo de rock que hacía versiones; bastante malos por cierto, pero allí estaban. Y es otra de las cosas que me encanta de EEUU. La gigantesca cultura rock que tienen. Por suerte para ellos, los hits en los 70 y los 80 sobre todo, fueron canciones de rock. Muchas de ellas aquí las hemos escuchado de pasada. Y mientras nosotros escuchábamos en lo alto de las listas a Alaska, Locomía, Modestia Aparte o Azucar Moreno, ellos tenían a grupos como Boston, Foreigner, Gun’s n Roses, Metallica, Chicago, Kiss o Journey. Seguro que muchos pasaréis de estos grupos, pero no dejaban de ser parte de la cultura rock de un país y a mi me habría gustado tener estos grupos en los 70 u 80 en lugar de los españoles que he mencionado.
Y eso se nota en Las Vegas. Para mi (un loco admirador, sobre todo a finales del os 80 y principios de los 90, del soft rock y el AOR estadounidense) era todo un sueño pasearme por Las Vegas y escuchar en los grandes altavoces que hay a lo largo de la calle, en los hoteles, casinos y centros comerciales, temas como “Feels like the first time”, de FOREIGNER (de hecho, era como mi primera vez, descubriendo un nuevo mundo), “Carry on my wayward son”, de Kansas, o “Ligths”, de JOURNEY.
http://www.4shared.com/account/file.jsp?id=1048308&sId=dAuF0Lki4m
Había otras músicas sonando, pero el hecho de que sonaran esos temas para mí era ya algo inédito.
En todo caso, y tras admirar los majestuosos hoteles y casinos, mi conclusión sobre Las Vegas es que con pasear durante unas horas por ella ya la has descubierto y la magia se acaba. Eso sí, es increíble cómo alguien ha podido construir semejante ciudad. Mi amigo Michael dice que no le gusta Las Vegas (aunque considera que hay que vivir la experiencia de conocer la ciudad) porque todo lo que hay allí es artificial, todo está hecho por la mano del Hombre. Y tiene razón; pero eso es precisamente lo más sorprendente y alucinante. Cómo el Hombre ha sido capaz, primero, de concebir semejante ciudad, y luego de construir esos edificios en medio de la nada, en mitad del desierto.
De todas formas, eso es lo mejor de Las Vegas. Una ciudad, que fundamentalmente, se vende como centro de ocio, diversión, borrachera y sexo. Y eso es lo que tiene, y casi nada más (bueno, sí, los espectáculos carísimos con actuaciones de Cirque du Soleil, Elton John o Celine Dion). Las Vegas está plagado, sobre todo, de jóvenes estadounidenses con ganas de marcha, de emborracharse y vivir lo que no pueden, probablemente, experimentar en sus ciudades de origen. Uno de los últimos eslóganes turísticos de Las Vegas es: “What happens in Vegas stays in Vegas”. O sea, que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Puedes cometer todo tipo de pecados (no en vano, también es conocida como la Sin City, la ciudad del pecado), puedes emborracharte hasta las patas, acudir a espectáculos sexuales, jugar hasta peder el pelo, pero todas esas corrupciones del alma quedarán en Las Vegas y no te perseguirán hasta tu casa.
No me parece, la verdad, la mejor diversión. Descerebrados borrachos jugando como locos y con cervezas y margaritas en la mano todo el rato. Y tirando las botellas de cristal al suelo, dejando la ciudad como después de un botellón a los que estamos acostumbrados en España.
Por eso, tras la paliza de caminata de la mañana y un par de horas de descanso en el hotel, por la noche sólo salí un rato. Y me atrajo un espectáculo en la calle (era el día de San Patricio, día de Irlanda, y había algunas actuaciones en la calle y ofertas de dos por uno y chupitos gratis, horas felices, happy hours, de 18 horas…). El espectáculo se vendía como los mini-Kiss. Si, el grupo de versiones de Kiss más pequeño del mundo. Y claro, eran pequeños. Como que eran enanos. Un espectáculo freak a más no poder con los pobres enanos subidos a un escenario (paradójicamente también enano y casi no se les veía) y destrozando canciones de Kiss. Claro, iban pintados como los propios Kiss y con sus vestimentas. Pero no tocaban de verdad, era todo playback menos la voz, que era horrible. El mini-Paul Stanley era una mujer (la llamaban mini Paulina) y cantaba fatal. Sonaron Rock and Roll all nite, Lick it Up, Detroit Rock City… clásicos de la banda que me hicieron recordar inmediatamente al Gene Simmons de verdad que había visto en la tele por la mañana. Pero los mini-Kiss también cantaron una versión de Motley Crue y una de Ozzy Osbourne, “Crazy Train”. Me sorprendió como los presentes, que básicamente se reían de los pobres enanos, cantaban todas las canciones, y especialmente la de Ozzy. Supuse que era porque Osbourne se ha hecho muy famoso en EEUU (no olvidemos que es británico) gracias al reality show sobre él y su familia. Pero Michael me sacó de dudas días después y me dijo que en EEUU Ozzy siempre fue muy famoso, ya que ha pasado muchos años de su vida allí. Paso lo mismo con Black Sabbath, que también son muy conocidos allí. Me quito el sombrero una vez más ante la cultura rock estadounidense. De todas formas, los mini-Kiss hicieron una versión horrible del Crazy Train, pero no muy alejada de la que el propio Ozzy y su banda hicieron en la gala del British Hall of Fame, que había visto unos días antes en la tele en Mexicali. Ozzy está en horas bajas ya y casi ni canta. Pero sigue siendo una leyenda.
Y hablando de música y espectáculos, me sorprendió un show extraño en uno casino, en el piano bar. Eran dos rubias, gemelas, que tocaban dos pianos de cola, acompañadas por algunas bases programadas que lanzaba una de ellas. Tenían mucho público que las jaleaba y tocaban clásicos del country y el rock de EEUU. La sorpresa mayúscula llegó cuando hicieron una versión de “Sister Christian”, de NIGHT RANGER, que todos aclamaron. (Canción que acompaña una de las escenas más intensas de la grandiosa película Boggie Nigths).
Otra de las cosas que abundan en la corrupta Las Vegas es las despedidas de soltera. Si, sobre todo de soltera. Vi alguna despedida de soltero, pero sobre todo de solteras… Y casi no había turistas extranjeros. Sólo estadounidenses con ganas de juerga y alcohol. Y de juego, claro. Muchos mexicanos, muchos, pero casi todos trabajando como camareros, dependientes o relaciones públicas repartiendo pases para shows de striptease.
Lo dicho. Un poco de cultura de la diversión más perversa estadounidense fue suficiente y cogí el autobús (esta vez sí) hasta el hotel. La ciudad que nunca duerme, la que está 24 horas abierta (es el cartel que aparece en multitud de tiendas y restaurantes) seguía su marcha.
SÁBADO, 18 DE MARZO DE 2006
El eterno atasco
Día de viaje de regreso a San Diego. Sólo un paseo antes de coger el autobús por Freemont Street Experience, una calle en el Downtown, alejada de The Strip, pero que tiene igualmente casinos y horribles tiendas de souvernirs (los souvenirs de Las Vegas son tremendamente feos, sólo se salvan algunos).
El viaje de vuelta fue fatídico. Mucho retraso y ya saliendo de Las Vegas había atascos y caravanas. Si, en mitad del desierto. Tuvimos mucho retraso que intentamos compensar recortando las paradas para comer. Y el autobús era tan incómodo. Los autobuses de Greyhound son bastante malos. Mucho peores que los que tenemos en España. Y a veces son muy incómodos. Es extraño. Pensé que la compañía Greyhound era estatal, porque domina el servicio de transporte de viajeros por carretera en EEUU. Pero no, Michael me aclaró que es una empresa privada que tiene casi el monopolio del sector. Mala cosa, como dijo el propio Michael. Su servicio, en general, deja mucho que desear. Malos autobuses y muchos retrasos (al menos las veces que me ha tocado viajar en Greyhound, el galgo gris).
El sábado por la tarde llegué a San Diego. Cena estupenda en casa de Michael y pronto a la cama a descansar del tedioso viaje.
Y en un último post que me queda por publicar explicaré lo vivido mi último día en EEUU. La mejor comidas basura de EEUU, el regreso de los Amarok, cena retrasada y concierto a las 2 de la mañana…
JUEVES 16 DE MARZO DE 2006
Viaje desértico.
Antes de nada, y ya que he aprendido por fin a compartir archivos de mp3 online, para la banda sonora de este post, os recomiendo bajaros (o darle al play) esta canción:
http://www.4shared.com/account/file.jsp?id=1048153&sId=zHLVyEYcCi
Es un tema del último disco de David Gilmour, que me compré en San Diego el día anterior y que me acompañó en el viaje a Las Vegas, y luego explicaré por qué. Está bien como acompañamiento a la lectura de este post. Lo haré también con otros temas en los siguientes.
Vuelvo al jueves:
Es esa misma mañana cuando decidí que me iba a Las Vegas. Michael me recomendó viajar a San Francisco, pero el viaje era muy largo y allí no tenía muy claro dónde quedarme, teniendo en cuenta la hora a la que llegaría, por la noche. Lo de Los Ángeles era complicado también. Una ciudad muy grande con un servicio de transporte horrible, según Michael, y yo sin coche. La mejor opción era sin duda Las Vegas, donde todo está cerca (relativamente) y se puede caminar, pasear, y poder ver todo lo interesante de la ciudad en un día.
Pasé la mañana en la zona de negocios de San Diego, junto a la estación el Greyhound, la compañía de autobuses. Desayuné en un Wendy’s. Hamburguesas cutres y pequeñas por un precio desorbitado teniendo en cuenta la pésima calidad. Me chocó el número elevado de vagabundos y homeless que frecuentan esta zona de la ciudad. Haciendo tiempo hasta mi autobús a Las Vegas aproveché para dar un paseo por la zona del puerto (cercana) y pude ver el famoso portaaviones Midway, ahora reconvertido en museo y anclado en la bahía de San Diego como un tributo a los marinos estadounidenses que han luchado en todas las guerras, sobre todo en la Segunda Guerra Mundial.
A las 12 comenzó el viaje. Un estupendo viaje a través del sur de California hasta el estado de Nevada. Desde ese momento me acompañó David Gilmour, con ese nuevo disco, On An Island, que acaba de editar y sonaba en mis auriculares. No es un gran disco, pero no está mal. La verdad es que se parece más a Crosby, Stills & Nash (por cierto, los dos últimos han colaborado en este disco con Gilmour) que a Pink Floyd. También tiene algo de Neil Young, y me recuerda mucho este On an Island a Chris Rea. Aunque por supuesto también suenan la eterna guitarra planeadora de David sobre pasajes etéreos y ensoñadores, muy en el estilo de los últimos Pink Floyd del Division Bell del 94. El caso es que On an Island me hizo buena compañía. Viajaba solo, como en una isla, pero me encontraba bien. Y las notas de Gilmour eran perfectas para el paisaje que comenzaba a atravesar en el autobús. Primero, tras una zona de ciudades algo feas que rodean San Diego, atravesamos las montañas de San Bernardino. Es ahí donde empezaba el viaje de verdad. Una cordillera preciosa por la que el autobús renqueaba lentamente dejando ver unos estupendos paisajes. Pero el verdadero paisaje maravilloso estaba por llegar. Tras las montañas apareció el desierto, el majestuoso Mojave, con sus extensas tierras áridas y sus pequeños y representativos arbustos. También colinas que se perdían en el horizonte. El Mojave es un extenso desierto que se extiende por casi todo el sureste del Estado de California y también en partes de Nevada. Podéis encontrar información en www.mojavedesert.net. Aquí también se encuentran los Parques Nacionales de Joshua Tree (si, el del disco de lo U2) y el infernal (en verano) Death Valley.
Así que entre guitarreos flotadores gilmourianos y una vez más mecido por la voz dulce de Kate Bush (qué casualidad, que Gilmour fue precisamente uno de los que ayudó a Kate a salir adelante) atravesé el desierto de Mojave. Me llamó mucho la atención la localidad de Barstow, en medio de tan árido paisaje. El autobús hizo una parada allí, junto a las vías del tren. Parece que esta localidad californiana nace alrededor del paso de esta importante comunicación férrea, usada sobre todo por larguísimos trenes de mercancías. De hecho, el lugar donde paró el autobús y donde pudimos comer (yo una empanada de pollo) está construido a semejanza de vagones de tren. Y me pregunté qué se puede hacer en Barstow… cómo vive la gente de esta localidad, lejos de todo, en medio del desierto, aunque no faltan, claro, los Mc Donalds de turno. Y es que desde Barstow hasta Las Vegas no hay ningún núcleo de población importante, salvo la localidad de Baker. Y estamos hablando de un viaje de dos horas y media desde Barstow a Las Vegas, atravesando los paisajes áridos del Mojave. En realidad es alucinante.
En la frontera entre los estados de California y Nevada hay un aperitivo de lo que se puede ver en Las Vegas. Minutos después de asistir a una preciosa puesta de sol en el desierto y de escrutar las miles de estrellas que brillaban sobre nuestras cabezas, apareció ante mí el primer super hotel casino, el Prim, y acto seguido, Buffalo Bill, primero de los casino-hoteles temáticos que se encuentran en la carretera camino de la ciudad del juego. Claro, este dedicado a Buffalo Bill, los indios… Esto está a 35 millas de Las Vegas. Y transcurridas estas millas, mi boca comenzó a abrirse cada vez más, poco a poco, a medida que Las Vegas se iba manifestando ante mis ojos, de noche, con sus millones de luces y maravillas. La interestatal 15, que es la carretera que recorríamos desde que salimos de San Diego, atraviesa Las Vegas de sur a Norte, justo paralela a The Strip (Las Vegas Boulevard), la calle central de la ciudad donde se asientan todos los famosos casinos y hoteles. Por la interestatal vas dejando a la derecha The Strip y la primera vez que lo ves es impresionante. El Luxor, con una réplica de una pirámide gigantesca, pero acabada en cristal de color azul oscuro. New York, New York, esa réplica de la ciudad del mismo nombre con su torre Chrysler y su Empire State Building, que ocupan un espacio no inferior a toda la Puerta del Sol. El Caesar’s Palace, el Belaggio… Hoteles lujosos, impresionantes, gigantes, con miles de habitaciones y llenos de vida las 24 horas del día.
Aún no superado del shock inicial, caminé unos 25 minutos desde la parada del autobús (en el Downtown, al norte de la Strip) hasta mi hotel, uno de los más baratos que encontré (aún así no salía muy barato, ya que lo organicé todo esa misma mañana y no tuve tiempo de encontrar ofertas, que las hay, y muchas) y que no tenía casino. Eso sí, estaba rodeado de decenas de Wedding Chappels, capillas donde uno se puede casar disfrazado de Elvis o Marilyn. Era el comienzo del Downtown, justo al final de la Strip. Es la zona de las Wedding Chappels y los locales de Striptease. Aunque no es la única. Muy cansado, decidí cenar e irme a la cama sin adentrarme en la ciudad. Ya tendría tiempo todo el viernes.
VIERNES 17 DE MARZO DE 2006
24 hours open. The city that never sleeps. What happens in Vegas, stays in Vegas.
Para que os hagáis una idea de cómo es Las Vegas y el recorrido que realicé el viernes, os recomiendo seguirlo en esta web:
http://www.vegas.com/map.html
Además, como acompañamiento a este post, os recomiendo la descarga de este tema:
http://www.4shared.com/file/1046535/f8a828
y que lo escuchéis a la vez que leéis. Es “Feels like the first time”, de FOREIGNER, y también explicaré por qué en su momento.
Considero que una de las mejores maneras de conocer un país es ver su televisión. Y en este caso, EEUU es el mejor ejemplo. Como ocurre en casi todo el mundo, la televisión estadounidense está llena de programas basura, pero es que en esto son los mejores. Su televisión está plagada de realitys absurdos, pero es que son tan malos y extravagantes que superan a cualquier intento de Gran Hermano español o granjas de los famosos estúpidos. Eso sí, en la televisión basura estadounidense hay categoría. Y mi programa favorito de EEUU es: “Gene Simmons School of Rock”. En mi habitación de hotel de Las Vegas, el viernes, antes de salir a conocer la ciudad, me metí una sobredosis de cuatro programas seguidos en la VH1. Este canal musical que muchos en España tienen la suerte de ver gracias al cable o al satélite. Tiene cosas muy buenas, programas sobre música, recupera clips de los 80… aunque creo que la programación del canal en EEUU es diferente. El caso es que la escuela de rock de Gene Simmons es toda una experiencia. Gene, el bajista de larga lengua y aún más extenso historial sexual del grupo Kiss (también actor mediocre), tiene que montar una banda de rock de pre adolescetne reclutando a sus integrantes nada menos que de una escuela británica a la antigua usanza, tradicionalista y conservadora. Por supuesto, al arrogante Gene alardea de sus conquistas sexuales y de su actitud roquera y contestataria. Dice que no importa tanto la calidad musical o vocal, que lo importante es la actitud roquera, llena de energía, en el escenario. Vaya valores que enseña a los chiquillos, de entre 12 y 14 años, más o menos. El cantante que escoge es un pobre niño estúpido que no tiene ni idea de cantar, pero que es lo suficientemente imbécil y loco como para liderar una banda de rock mediocre. Este reality show me encanta. ¿Os imagináis en España al gilipollas de Txus de Mago de Oz haciendo de Gene Simmons en una escuela privada religiosa y hablando del puro metal y del estilo de vida del rock? ¿No sería divertidísimo y asqueroso a la vez?
Bueno, una divagación más sobre la tele en EEUU. Después de ese programa pude ver unas promociones de otro, aún más patético. Un reality inspirado en The Osbournes (si, el de Ozzy Osbourne) pero con el antaño estrella de la lucha libre de pega estadounidense Hulk Hogan (también patético actor). En este programa las cámaras se meten en la vida de Hule, con su mujer de plástico, su hija adolescente y su hijo, que parece el único cuerdo de la familia. Lo dicho: patético, pero patético con mayúsculas, que estamos en EEUU.
Tras esta dosis de “realidad”, me enfrenté a Las Vegas. Caminar por The Strip es divertido, entretenido y te llevas una sorpresa a cada paso. Eso sí, es una larga calle llena de acontecimientos, tiendas, casinos y hoteles y me tiré horas para recorrerla. Pero merecía la pena. El primer hotel casino alucinante que te encuentras si recorres de norte a sur The Strip es Stratosphere, con su gigantesca torre sobre la cual, a decenas de metros de altura, puedes subirte en una atracción en plan tiovivo pero que te deja suspendido en el aire y con ganas de no haber comido antes. Supongo, ya que no lo comprobé. Lo que se lleva en Las Vegas son los hoteles-casino temáticos: el Aladdin, el Sahara (claro, representando el desierto, las palmeras de un oasis…), el Circus Circus (no hace falta explicar de qué va, ¿verdad?), el Paris (réplica en pequeño, bueno, en gigante, de la capital francesa, con su Torre Eiffel de unos 20 metros de altura), el ya citado New York New York, el Excalibur, el MGM Grand, el Belaggio, el Mirage (si, los tres que roban Clooney, Pitt y los suyos en la mediocre Ocean’s Eleven)…
Y lo casinos que hay dentro de los hoteles, y los casinos que no son hoteles… centenares, miles de personas, jugando al poker, al black jack, a juegos que no tengo ni idea de qué van. Ya que estaba allí quise jugar, pero incluso las máquinas más normalitas parecían un mundo por descubrir para mí. Así que me ahorré el dinero. No gané nada, pero tampoco lo perdí.
Me sorprendió mucho el Carnival Bar, junto al casino de la fiesta Harrash. La atracción en el Carnival son los camareros, que sirven cócteles como Tom Cruise en aquella horrible película pero lo hacen de verdad. Malabares, diversión y cócteles de todo tipo que hacen las delicias del público… ¡que ya a las 12 de la mañana hacía cola para entrar! Y lo más extraño de todo. A esa hora ya había música en directo, un grupo de rock que hacía versiones; bastante malos por cierto, pero allí estaban. Y es otra de las cosas que me encanta de EEUU. La gigantesca cultura rock que tienen. Por suerte para ellos, los hits en los 70 y los 80 sobre todo, fueron canciones de rock. Muchas de ellas aquí las hemos escuchado de pasada. Y mientras nosotros escuchábamos en lo alto de las listas a Alaska, Locomía, Modestia Aparte o Azucar Moreno, ellos tenían a grupos como Boston, Foreigner, Gun’s n Roses, Metallica, Chicago, Kiss o Journey. Seguro que muchos pasaréis de estos grupos, pero no dejaban de ser parte de la cultura rock de un país y a mi me habría gustado tener estos grupos en los 70 u 80 en lugar de los españoles que he mencionado.
Y eso se nota en Las Vegas. Para mi (un loco admirador, sobre todo a finales del os 80 y principios de los 90, del soft rock y el AOR estadounidense) era todo un sueño pasearme por Las Vegas y escuchar en los grandes altavoces que hay a lo largo de la calle, en los hoteles, casinos y centros comerciales, temas como “Feels like the first time”, de FOREIGNER (de hecho, era como mi primera vez, descubriendo un nuevo mundo), “Carry on my wayward son”, de Kansas, o “Ligths”, de JOURNEY.
http://www.4shared.com/account/file.jsp?id=1048308&sId=dAuF0Lki4m
Había otras músicas sonando, pero el hecho de que sonaran esos temas para mí era ya algo inédito.
En todo caso, y tras admirar los majestuosos hoteles y casinos, mi conclusión sobre Las Vegas es que con pasear durante unas horas por ella ya la has descubierto y la magia se acaba. Eso sí, es increíble cómo alguien ha podido construir semejante ciudad. Mi amigo Michael dice que no le gusta Las Vegas (aunque considera que hay que vivir la experiencia de conocer la ciudad) porque todo lo que hay allí es artificial, todo está hecho por la mano del Hombre. Y tiene razón; pero eso es precisamente lo más sorprendente y alucinante. Cómo el Hombre ha sido capaz, primero, de concebir semejante ciudad, y luego de construir esos edificios en medio de la nada, en mitad del desierto.
De todas formas, eso es lo mejor de Las Vegas. Una ciudad, que fundamentalmente, se vende como centro de ocio, diversión, borrachera y sexo. Y eso es lo que tiene, y casi nada más (bueno, sí, los espectáculos carísimos con actuaciones de Cirque du Soleil, Elton John o Celine Dion). Las Vegas está plagado, sobre todo, de jóvenes estadounidenses con ganas de marcha, de emborracharse y vivir lo que no pueden, probablemente, experimentar en sus ciudades de origen. Uno de los últimos eslóganes turísticos de Las Vegas es: “What happens in Vegas stays in Vegas”. O sea, que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Puedes cometer todo tipo de pecados (no en vano, también es conocida como la Sin City, la ciudad del pecado), puedes emborracharte hasta las patas, acudir a espectáculos sexuales, jugar hasta peder el pelo, pero todas esas corrupciones del alma quedarán en Las Vegas y no te perseguirán hasta tu casa.
No me parece, la verdad, la mejor diversión. Descerebrados borrachos jugando como locos y con cervezas y margaritas en la mano todo el rato. Y tirando las botellas de cristal al suelo, dejando la ciudad como después de un botellón a los que estamos acostumbrados en España.
Por eso, tras la paliza de caminata de la mañana y un par de horas de descanso en el hotel, por la noche sólo salí un rato. Y me atrajo un espectáculo en la calle (era el día de San Patricio, día de Irlanda, y había algunas actuaciones en la calle y ofertas de dos por uno y chupitos gratis, horas felices, happy hours, de 18 horas…). El espectáculo se vendía como los mini-Kiss. Si, el grupo de versiones de Kiss más pequeño del mundo. Y claro, eran pequeños. Como que eran enanos. Un espectáculo freak a más no poder con los pobres enanos subidos a un escenario (paradójicamente también enano y casi no se les veía) y destrozando canciones de Kiss. Claro, iban pintados como los propios Kiss y con sus vestimentas. Pero no tocaban de verdad, era todo playback menos la voz, que era horrible. El mini-Paul Stanley era una mujer (la llamaban mini Paulina) y cantaba fatal. Sonaron Rock and Roll all nite, Lick it Up, Detroit Rock City… clásicos de la banda que me hicieron recordar inmediatamente al Gene Simmons de verdad que había visto en la tele por la mañana. Pero los mini-Kiss también cantaron una versión de Motley Crue y una de Ozzy Osbourne, “Crazy Train”. Me sorprendió como los presentes, que básicamente se reían de los pobres enanos, cantaban todas las canciones, y especialmente la de Ozzy. Supuse que era porque Osbourne se ha hecho muy famoso en EEUU (no olvidemos que es británico) gracias al reality show sobre él y su familia. Pero Michael me sacó de dudas días después y me dijo que en EEUU Ozzy siempre fue muy famoso, ya que ha pasado muchos años de su vida allí. Paso lo mismo con Black Sabbath, que también son muy conocidos allí. Me quito el sombrero una vez más ante la cultura rock estadounidense. De todas formas, los mini-Kiss hicieron una versión horrible del Crazy Train, pero no muy alejada de la que el propio Ozzy y su banda hicieron en la gala del British Hall of Fame, que había visto unos días antes en la tele en Mexicali. Ozzy está en horas bajas ya y casi ni canta. Pero sigue siendo una leyenda.
Y hablando de música y espectáculos, me sorprendió un show extraño en uno casino, en el piano bar. Eran dos rubias, gemelas, que tocaban dos pianos de cola, acompañadas por algunas bases programadas que lanzaba una de ellas. Tenían mucho público que las jaleaba y tocaban clásicos del country y el rock de EEUU. La sorpresa mayúscula llegó cuando hicieron una versión de “Sister Christian”, de NIGHT RANGER, que todos aclamaron. (Canción que acompaña una de las escenas más intensas de la grandiosa película Boggie Nigths).
Otra de las cosas que abundan en la corrupta Las Vegas es las despedidas de soltera. Si, sobre todo de soltera. Vi alguna despedida de soltero, pero sobre todo de solteras… Y casi no había turistas extranjeros. Sólo estadounidenses con ganas de juerga y alcohol. Y de juego, claro. Muchos mexicanos, muchos, pero casi todos trabajando como camareros, dependientes o relaciones públicas repartiendo pases para shows de striptease.
Lo dicho. Un poco de cultura de la diversión más perversa estadounidense fue suficiente y cogí el autobús (esta vez sí) hasta el hotel. La ciudad que nunca duerme, la que está 24 horas abierta (es el cartel que aparece en multitud de tiendas y restaurantes) seguía su marcha.
SÁBADO, 18 DE MARZO DE 2006
El eterno atasco
Día de viaje de regreso a San Diego. Sólo un paseo antes de coger el autobús por Freemont Street Experience, una calle en el Downtown, alejada de The Strip, pero que tiene igualmente casinos y horribles tiendas de souvernirs (los souvenirs de Las Vegas son tremendamente feos, sólo se salvan algunos).
El viaje de vuelta fue fatídico. Mucho retraso y ya saliendo de Las Vegas había atascos y caravanas. Si, en mitad del desierto. Tuvimos mucho retraso que intentamos compensar recortando las paradas para comer. Y el autobús era tan incómodo. Los autobuses de Greyhound son bastante malos. Mucho peores que los que tenemos en España. Y a veces son muy incómodos. Es extraño. Pensé que la compañía Greyhound era estatal, porque domina el servicio de transporte de viajeros por carretera en EEUU. Pero no, Michael me aclaró que es una empresa privada que tiene casi el monopolio del sector. Mala cosa, como dijo el propio Michael. Su servicio, en general, deja mucho que desear. Malos autobuses y muchos retrasos (al menos las veces que me ha tocado viajar en Greyhound, el galgo gris).
El sábado por la tarde llegué a San Diego. Cena estupenda en casa de Michael y pronto a la cama a descansar del tedioso viaje.
Y en un último post que me queda por publicar explicaré lo vivido mi último día en EEUU. La mejor comidas basura de EEUU, el regreso de los Amarok, cena retrasada y concierto a las 2 de la mañana…